La Búsqueda del Zapato Perdido
Hoy es un domingo soleado, el 22 de Octubre de 2023. Como es mi costumbre, salí temprano en mi bicicleta para recuperarme de un día en el mar, donde experimenté todo tipo de climas entre las 8 de la mañana y las 5 de la tarde. El Sol, del que brota gratuitamente <la energía solar> estuvo jugando al escondite; aunque cada día que amanece – desde hace ya tiempo – me gusta dedicarle unos minutos de reflexión: sobre todo, por La Luz, que me permite saborear, las bellezas de La Naturaleza.
Un Comienzo Inusual
Al regresar a casa, mi fiel compañero Max – mi perro salvaje- me esperaba, como de costumbre, para nuestra sesión diaria de ejercicio. Se unió a mí corriendo alegremente a la derecha de mi bicicleta, como lo había aprendido, aunque ocasionalmente ladraba sin motivo aparente. Yo simplemente continuaba sumido en mis pensamientos, reflexionando sobre mi barco, mi farmacia, mi amiga Sara y su marido Eduardo (que están pasando por «un bache»), pidiendo a Dios que les de «energías» para superarlo.
Un Despertar Inesperado
Sin embargo, Max, en un momento de atrevimiento, mordió mi zapato blanco de cuero que había comprado hace más de diez años en Las Palmas de Gran Canaria. Me sorprendió y exclamé mi asombro en más de un idioma. Max, sin inmutarse, continuó ladrando, ajeno a mis reflexiones.
Cuando finalmente terminé nuestro ejercicio y le di su merecido premio, me senté frente al ordenador y empecé a mirar fotos antiguas que mi primo Paco Pepe solía enviarme.
La Mirada Significativa de Max
Fue entonces que la mirada de Max, que descansaba plácidamente en su cajón de madera con la cabeza apoyada en el borde, cruzó la mía, perforándome con su interrogante: ¡He aquí la cuestión!
La Búsqueda y la Confusión
¿Dónde estaba mi zapato blanco de cuero que tanto apreciaba? Me levanté de la silla y busqué en su cajón, pero no lo encontré. Le pregunté a Max, con tono agresivo, pero no obtuve respuesta. Agarré un periódico de La Vanguardia que estaba sobre la mesa y le di un «vanguardiazo», pero sin resultado. (Los periódicos catalanes últimamente – como apoyan tanto a Sánchez – son muy livianos y no tienen casi «peso»). Tendré que darle con el Mundo o La Verdad, en adelante, que son más consistentes en sus contenidos.
La Desesperación Crece
Desesperado, salí de la casa y examiné el jardín en busca de mi zapato; lamentablemente, pero fue en vano. Volví a revisar su cajón, donde Max descansaba como si nada hubiera ocurrido. Lo golpeé con el periódico, de nuevo, y esta vez, me gruñó, enseñando sus dientes. ¿Dónde estará mi zapato?
Un Giro Sorprendente
Después de una prolongada búsqueda, intenté consolarme diciendo: «No es para tanto. Después de todo, esos zapatos eran viejos, aunque eran cómodos y elegantes. Era ya hora de jubilarlos». Y mientras todo esto ocurría, pensaba en las borrascas y anticiclones, que se forman en el Océano Atlántico, causantes del clima (que tan pocas veces aciertan en la tele) y el viento. Ese viento que crea la energía eólica, y que empuja mi velero, sin contaminar de gases tóxicos el aire que todos respiramos. (Si la gente se diese cuenta de eso, y las autoridades gastaran dinero en educar a la población sanitaria – a través de las farmacias – el aire sería más respirable. Como los ruidos de las ciudades (que nos están dejando sordos), o las bebidas energéticas cargadas de cafeína, que tanto dañan a la población juvenil, sin que las autoridades «se mojen».
La Revelación Final
En ese momento, Max se levantó del cajón y, lo juro, como si hubiera entendido mi pensamiento, comenzó a morder mi pie izquierdo, gruñendo. Cuando intenté darle un manotazo, noté que llevaba puestos los zapatos de cuero blanco que había comprado hace una década en Las Palmas de Gran Canaria.
P.D. La vida nos sorprende con sus ironías, incluso en tiempos difíciles, cuando la avaricia y la codicia parecen superar a los valores que sustentan el mundo. Pero recordemos que, según algunas publicaciones científicas de Física Cuántica, de gran actualidad, ¡Dios aún existe!